sábado, 26 de abril de 2008

Juego

Subí por las escaleras hasta la primera planta. Sobre la cama se hallaba nuestra madre, sonriendo y mostrando en sus ojos una brillante mirada. “Acércame el álbum de fotos”, dijo, mientras sujetaba con ahínco un cepillo con el que comenzó a arreglarse los castaños cabellos, en los que a continuación colocó un pasador de mariposa. Le acerqué el álbum y entonces abrió la portada, señalando las fotografías de nosotros siendo niños, felices, inocentes.

***

Realicé aquél acto ascendente por la parte del edificio que servía para llegar a la primera planta. Sobre el mobiliario que utilizábamos para dormir, se hallaba la mujer que nos había traído a la vida, sonriendo y mostrando en el órgano que sirve para ver, una brillante mirada. “Acércame el libro donde guardamos nuestros recuerdos”, dijo, mientras sujetaba con ahínco un objeto plateado y con flexibles puntas con el que comenzó a arreglarse los castaños cabellos, en los que a continuación colocó un bello insecto con alas multicolor de nácar con un prendedor. Le acerqué lo solicitado por ella, y entonces abrió la primera pasta dura de aquel objeto, señalando unos cartones donde se mostraban nuestras imágenes infantiles, felices, inocentes.

miércoles, 23 de abril de 2008

UN BUEN FINAL


En este momento me acomodo frente a la máquina de escribir, con unas gafas cuyos cristales muestran las huellas de mis dedos, en ese afán incomprensible de mis manos en marear el objeto desde mi nariz teñida de tinta a este escritorio lleno de buenas intenciones. No hay más líneas que narrar, el cuento se ha terminado, la historia completa da un giro espectacular hacia el final y el protagonista, como buena novela que se precie, consigue todos sus objetivos. Sin embargo mi mente se niega a poner la palabra de clausura a un viaje que me ha aportado diversas sensaciones, multitud de vivencias. Y entonces vuelvo a colocar las gafas en su lugar correcto, suspiro y embargada de una sensación de vacío, tecleo “FIN”.

viernes, 18 de abril de 2008

LAS ALAS DE UNA MARIPOSA

La mariposa sienta su largo viaje y descansa las ganas de volar hacia un destino prefijado por la naturaleza. Entonces descubre el negro, escondido entre la hierba y el tronco ahuecado por la centena. Se acerca al color ajeno a su especie y lo ambiciona, lo seduce. Presumiendo de su nuevo traje, codicia el extraño verde prendido en una roca que mira al Norte, lo embelesa. Cargada con su nuevo maquillaje divisa el morado atrapado en la hojarasca, lo desea y engaña transportándolo con el resto de colores coleccionados.
La mariposa agita sus alas orgullosa y singular, descuidada, ignorando que sus matices se desprenden de su cuerpo pintando el paisaje.
La mariposa desnuda divisa el tono brillante del sol, lo anhela, y embriagada, borracha del dorado rumor, se eleva hacia cielo, dejando una estela de amarillos, azules, rojos, naranjas y nuevos tonos surgidos de la mezcla provocada por el pequeño insecto.

domingo, 13 de abril de 2008

DIARIO DE UN GJAIUGOI

Y entonces el ser humano se miró en el reflejo de la verdad, avergonzándose, reconociéndose en la ignominia de sus actos.

Cómo no iba a fijarme en aquellos seres imperfectos, ajenos a las virtudes de la naturaleza, escasos de pelo y siempre cubiertos de telas que cubren su cuerpo. Ni siquiera mostraban rubor o vergüenza cuando golpeaban a un individuo de la misma especie en su constante y rápido devenir diario. Llevo observándoles varios días con estos ojos que son diez veces menor que los de ellos y aún no logro comprender que no me hayan descubierto. De vez en cuando les escucho estirando mis puntiagudas orejas. Aún sin entender el significado de sus palabras, noto en la mayoría de ellos una ira incontrolada, un sentimiento incomprensible para nuestro pueblo. Hoy me he acercado más a un espécimen, uno bastante singular, puesto que aún habiéndome escondido tras una planta que disimulaba el color de mi pelaje, se ha parado frente a mí. Nota importante. Estos seres tienen unos extraños objetos en el interior de su boca, son blancos y formados en línea, parecen peligrosos.

viernes, 4 de abril de 2008

Un recuerdo en el lienzo

Vio la imagen plasmada en el lienzo. Se parecía en algo a su tierra natal, pero había utilizado colores demasiado vivos para aquel lugar húmedo y frío. Tanteó con cuidado el óleo aún fresco, manchó su dedo y observó como la pintura se negaba a desprenderse fácilmente de su piel. Respiró profundamente, un ejercicio casi imposible para ella. Cada pincelada ofrecida a la posteridad había sido un esfuerzo poco recomendado, y sus ojos mostraban el excesivo uso de la trementina y el aguarrás.
Se negó a girar su cuerpo para aposentarse en el sillón de observadora imparcial de sus obras, con el miedo de que aquella visión cambiara y dejara de mostrarle su hogar. Sí, era así, o al menos lo recordaba de aquella manera. El paisaje se vislumbraba en su mente desgastada y se reflejaba en el tapiz como si de un espejo se tratase.
Cogió un pincel más fino, hundió la corona de aquella arma tan poderosa en el tinte rojo y plasmó su nombre al pié del cuadro. Cerró los ojos, aflojó el cuerpo y suspiró, desplazando parte de su aliento hacia el caballete en un intento de dejar impregnada parte de su alma entre aquellas montañas verdes.