sábado, 19 de febrero de 2011

Libertad



Vencí todos tus recursos para alejarme. Caí en cada una de las trampas previstas en tu grotesca mente. Y en mi infinita paciencia escuche el ronroneo visceral de las cadenas que me guardan, de los lazos que atraviesan el umbral de un mundo libre. Suspiré y me arranqué los ojos para no ver en que me habías convertido. El hilo de tu voz me perseguirá en este nuevo viaje ahuyentando los pensamientos puros, viciando las buenas intenciones. Pero no miraré atrás con mi alma, no lloraré por las rejas ni por los hierros marcados en mis manos. Abrazaré con ternura los nuevos días, saboreando las gotas de lluvia que resbalen hasta mis labios, para en el final de mi camino contar al fruto de este encierro lo que significa la palabra “libertad”.

© Mª Teresa Martín González



sábado, 12 de febrero de 2011

TRES VECES SOLEDAD




Aquella noche me desperté tres veces. Una para estirar el brazo sobre el que yacía incómodo mi huesudo cuerpo. La segunda con el fin de colocar en su sitio un desagradable muelle, cuya más que respetable punta se había aventurado en mis costillas. Y la tercera para respirar el cemento de estas paredes, el único aroma al que se me ha permitido acostumbrarme, y así evadirme de la tranquila ensoñación en la que me encontraba sumido. En este pequeño habitáculo de lisas paredes, los sueños nocturnos son pesadillas al amanecer, cuando no te queda más que una puerta blindada y hermosas vistas al tendedero de algún vecino indeseado.

Un moderno reloj me hace saber que aun el tiempo corre, pero sus manillas están rotas. Quizás ese constante ruido “tic-tac, tic-tac”, sea el de un lejano latido, y que el tiempo se encuentre detenido en esta fría habitación. Puede que todo el mundo se haya parado a esperarme en solidaridad a mi locura. Ella permanecería recostada en su balancín, con los ojos cerrados, joven, hermosa en su perenne calidez, y yo regresaría acompañado de sueños, ilusiones, de mil y una esperanzas que resbalan cada vez que intento colgarlas en estos grisáceos muros. Aún concibo la idea de verla sentada frente a mi, en la única silla de la estancia. Si ella viniese a verme la acomodaría junto a la ventana, al pie de la cama, donde los escasos rayos de sol dibujarían su sombra en los mohosos lienzos de mi colchón. Así, cuando me recostara sobre las húmedas sábanas la sentiría, y como otras noches de insomnio abriría tres veces mis ojos. Una para abrazar su recuerdo, la segunda con el fin de hundir en mi cuerpo el aroma de su compañía. Y la tercera para derribar esta cárcel del alma oscura y solitaria.


© Mª Teresa Martín González

domingo, 6 de febrero de 2011

CLASIFICADOS

Se busca almohada vieja, mojada de verter mi llanto en las noches solitarias, cosida con los retales de esas historias rotas. Urgente. Se perdió y desde entonces no hay lágrima que surja de mi sonriente rostro.

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Se necesita bastón, que soporte dura carga y mantenga mi dolido cuerpo. Se requiere de madera noble. Evítese de sauce llorón.


© Mª Teresa Martín González