© Mª Teresa Martín González
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Las ideas son sueños que se cobijan en nuestra mente hasta que las convertimos en palabras.©
© Mª Teresa Martín González
Rozó con cuidado el interruptor dejando una apreciable mancha carmesí entre el pulcro material. La luz parecía más intensa aquella noche sobre su cabeza y su rostro pálido se reflejaba en el espejo de forma fantasmal, mientras el foco perdía y ganaba intensidad a ritmo cardiaco en compás con su excitado corazón. Giró el grifo dejando fluir el agua caliente. Colocó las manos bajo el transparente líquido restregando con enfermiza rapidez cada milímetro de sus dedos. El vapor comenzó a borrar su imagen en el espejo mientras él hacía lo propio en su mente. “No es real” repetía susurrando,“No es real” expulsaba con cada aliento entre sus labios temblorosos.
Retrocedió invadido por la neblina espectral y el incesante sonido del agua. Arrancó la camisa que hacía fe de su pecado, apartando poco a poco toda su vestimenta en un rincón de aquel baño como si de la imposición de un castigo se tratase. Pequeñas gotas de sudor resbalaban por su cuerpo desnudo. Hacía calor, un endiablado calor en aquel habitáculo vacío de cualquier sensación de comodidad. Descorrió sin coordinación las elegantes cortinas que cubrían la bañera y tanteó hasta que abrió el grifo de aquella tina noble. El agua helada comenzó a cubrir poco a poco su enrojecida piel, enfriando su cuerpo, calmándole y adormeciéndole, interrumpiendo el vertiginoso ritmo de su corazón. “Hace frío” susurró, pero aquella voz parecía distante y lejana de su garganta, como si saliese de entre las baldosas de la pared. “Hace frío”, repitió mientras reconocía aquella voz dulce y delicada.
Un espasmo recorrió cada extremidad, cada hueso y cada cabello. Sus ojos se abrieron sin que pudiese recordar cuando los había cerrado, el agua de su baño especial se había enfriado y alguien golpeada suavemente en la puerta. “Cariño, hace frío y llevas mucho rato ahí dentro. He encendido la chimenea y hecho chocolate caliente”.
Se incorporó aún tembloroso por aquel sueño, mirando con melancolía más allá de la hoja de madera que le comunicaba con ella. Después de abrigarse con su viejo albornoz dejó sobre el lavabo la brillante cuchilla. Abrió finalmente la puerta, donde le invadió el calor del hogar.
© Mª Teresa Martín González
Si el viento me lleva lejos me dejaré mecer. Susurraré con él melodías de un "nunca jamás", de un "me voy " y un severo "olvídame". Si el viento me lleva lejos viajaré vestida con las ilusiones rescatadas y las palabras arrinconadas que saben a despertar. Si el viento me lleva lejos prepararé mi cuerpo al dulce del nuevo día, para que mis recuerdos abandonen el sabor salado de las lágrimas. Si el viento me lleva lejos dejaré caer el dolor y el tiempo perdido, arrojaré en el vaivén los miedos y las llamadas a media noche con voz rota. Si el viento me lleva lejos transformaré mi mano temblorosa en firme cimiento de una nueva vida, mi sonrisa ocultada a base de puño y odio en base de mi esperanza. Pero mientras cierres esta ventana no respiraré, mantendré los monstruos en mi alcoba y lloraré como cada noche mientras me anulas, soñando por una ventana que deje entrar al viento que me lleve lejos.©