jueves, 1 de mayo de 2008

El primer recuerdo

La carretilla dejaba de utilizarse para su oficio habitual, para convertirse en divertimento para la pequeña Mayte. No recuerdo quién ni porqué, en lugar de brindarme con una piscinita de plástico, me colocaban sobre el metal bañado por el sol durante toda la mañana. El agua se balanceaba alrededor de mi barriga, mientras que mis cabellos y las rosadas mejillas se mojaban cuando mis manos rompían el líquido material provocando inmensidad de gotas voladoras. León, el sabio perro de Mamica, vigilaba que nadie me molestase, ahuyentando a los gatos que, extrañamente, pretendían compartir mi baño. Se que me vigilaban sentados bajo el techado de caña y esos racimos de uva que pendían entre los huecos, pero en mi recuerdo solo están sus voces, animándome, y en mi cabeza la imagen de mi misma, como si mi cerebro hubiese captado todos los elementos y formado una película de aquel momento tan especial.
Lo recuerdo perfectamente, o quizás, esos huecos inexplicables de la infancia se han llenado con fotografías e historias narradas por aquellos que la compartieron.

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