domingo, 28 de agosto de 2011

Sin dormir


Quizás estar un rato frente al ordenador procuraría un poco de sosiego a su estado y le concedería el deseado sueño. Muchas eran las horas que llevaba dando vueltas por la casa, por el jardín y por la cocina, apelando a que la gracia divina le permitiese dormir un rato y vencer al insomnio que le acechaba. La nevera había perdido su encanto después del tercer (o quizás quinto) bocadillo y el libro de turno era ya un cúmulo de renglones bailarines para sus ojos a estas horas de la madrugada. El calor había dejado de ser una excusa posible para su falta de sueño días atrás y el cansancio se fue diluyendo los primeros días de vacaciones. Cuál era la causa de aquella situación tampoco le preocupaba, pero empezaba a asquearle.

Tomó penúltimo sorbo del té sobrante de la tarde, que permanecía frío en su vaso. Ni siquiera distinguió al mosquito que pretendía disputarle el manjar cerca del líquido. Por desgracia su mente no estaba aún demasiado nublada como para no apreciar el desagradable sabor, lo que generó una mueca en su cansado rostro. Observó a su gato en el sofá, cuya siesta sempiterna sólo se había visto interrumpida por un breve momento en que miró a su dueña con los ojos entrecerrados, gesto que pudo ser interpretado como: "tranquila, ama, yo duermo por los dos".

Abrió la ventana, esperando a que apareciese el sol y que el amanecer le trajese un nuevo día. Tecleó ansiosa unas palabras si prestar demasiada atención al contenido de las mismas y suspiró. Hacía tiempo que no se tomaba unos minutos para escribir algo en su blog. Sonrió. Después podría dormir. Quizás.


© Mª Teresa Martín González